Es natural que los estudiantes de biología desarrollen admiración por Charles Darwin. Su teoría de la Evolución de las Especies sigue dando las bases para muchas investigaciones actuales y también es la razón de muchos debates entre quienes la rechazan y quienes la aceptan. De la misma manera, es natural que, académicamente, sólo conozcamos los logros científicos de este personaje pero nos sean ajenos otros aspectos de su vida.

El navegar por años las tempestuosas y frías aguas que rodean la Terra Australis Incógnita debió haber sido para el señor Darwin un gran desafío. Sufría constantemente de mareos abordo, la tripulación le puso un sin número de sobrenombres y presenció las costumbres de la vida de los marineros, manifestando desagrado y malestar por más de una, pero cada vez que la neblina se disipaba, se revelaba ante sus ojos un nuevo paisaje dejando olvidada cualquier mala sensación.

A lo largo de mis andares por el fin del mundo, he descubierto grandes similitudes con el señor Darwin. Al igual que él quedé maravillada con los paisajes tan diferentes a los del hemisferio norte, con las especies animales, vegetales y sus adaptaciones peculiares. He ido conociendo más detalles de su viaje, he visitado algunos lugares que él pisó como Cabo de Hornos, donde su embarcación, la Beagle, estuvo en serio peligro de naufragar por las fuertes mareas y constantes tormentas. En la isla Navarino desembarcó en Wulaia, un sitio cargado de historia donde se llevó a cabo el final de la relación entre el capitán Robert Fitz Roy y tres indios nativos que había tomado de esas latitudes dos años atrás y llevado al Reino Unido para que recibieran educación. El encuentro de Darwin con estos nativos le ayudó a comprender los procesos de educación y civilidad a pesar de sus prejuicios hacia ellos.

Sin darme cuenta, comencé de algún modo a seguir sus huellas, navegando la Avenida de los Glaciares del Canal Beagle. Sus estudios sobre esta zona hicieron que se le considere como el primer glaciólogo de la Patagonia, profundizando mi admiración por él.

Muchos personajes históricos han reconocido el alto valor de estas tierras patagónicas y sus mares. Inspiraron personajes míticos e incontables anécdotas, pero también inspiraron a Darwin a escribir sus crónicas y compartir con los actuales naturalistas la pasión por la naturaleza fueguina, en el fin del mundo, con Australis.-