Cuando Australis comenzó hace dos años a abrir nuevas rutas, se formó una alianza de cooperación con la WCS (Wildlife Conservation Society) debido a que comenzaríamos a visitar una colonia de elefante marino del sur (Mirounga leonina) en el Parque Natural “Karukinka”, en la isla grande de Tierra del Fuego. Contar con la valiosa experiencia de científicos especializados en la conservación de la vida salvaje, con charlas para nuestros huéspedes a bordo y poder cooperar con ellos en la conservación era algo que, por supuesto, implicaba un beneficio mutuo.
Hace unos días, se embarcaron a bordo del Via Australis Benjamín Caceres y Jill Carlile, quienes trabajan en WCS. La idea de su viaje era poder chequear el estado de conservación de un sitio de nidificación de albatros de ceja negra (Thalassarche melanophris) con respecto a la presencia de una de las especies invasoras más dañinas que existe en Patagonia: el visón americano (Neovison vison). Este sitio de nidificación, conocido como el “Islote Albatros” y que es único en la zona, se encuentra en el seno Almirantazgo en Tierra del Fuego.
La WCS ya había puesto días antes diez trampas para tratar de atrapar a los visones que habían alcanzado ya la isla y que habían sido detectados durante el verano de 2015. Desembarcamos en el islote y comenzamos a verificar las trampas, pero lamentablemente no había caído ninguno. Esto preocupó en un primer momento a los muchachos, debido a que era probable que los visones hubiesen atacado los nidos de las aves, por lo que nos dirigimos hacia allá, al otro lado del islote. Fue grande nuestra alegría cuando logramos encontrar los mismos veinticuatro huevos que ellos habían censado días atrás. ¡La colonia estaba intacta!
¡Buscar los nidos y verificar que estuvieran los huevos fue toda una nueva experiencia para mí! Traté de ayudar a los muchachos con su tarea, y al mismo tiempo disfrutar la oportunidad de estar tan cerca de estas majestuosas aves, que a pesar de su tamaño, son dóciles y no parecen temer al hombre. Podíamos pasar a una distancia prudente de ellos, algo complicado en algunos momentos debido a que estábamos en un acantilado, y ellos no se inquietaban en absoluto. Verlos despegar, volar y dominar el siempre fuerte viento patagónico fue realmente un instante que quedará para siempre en mí.
Volvimos al barco luego de dos horas de haber estado en el islote, con la satisfacción de saber que, al menos por ahora, los albatros de esta colonia están bien cuidados.